sábado, 23 de agosto de 2008

Die Frage

“¿Por qué el aire no tiene sombra?”,
fue otra especie de duda que un día
capturaron tus siempre nacientes ojos.
“Porque el aire no es opaco...”
era el primer intento de mis menguadas respuestas
por devolver a su selva la distraída pregunta
—buscando liberar su sed
incauta cayó en tus lagos—.
Casi es asunto de sobrevivencia:
tu lid por talar incógnitas,
mi drama por mantenerme incólume.
¡Un modo impar de medir las fuerzas!
Tú y tus inquisitorias artes
erosionan mi cándida ciencia,
yo y mis longitudinales pausas...
de pronto alumbramos lo que tanto esperas:
el aire sí tiene sombra...
como el amor que sin verse
en los amantes se proyecta,
así la luz del asombro
hace visible el aire...
en la penumbra
de mis reflexiones.