martes, 20 de mayo de 2008

¿Quién es el centauro del santuario?

Esto de ser un centauro tiene mucha relación con la penumbra y con el estado de conciencia. Con la penumbra porque en mí conviven luz y sombra; con la conciencia porque me percibo mitad hombre mitad cama, medio angustia y medio esperanza. Ciertamente, ha sido en la tarde, vale decir ahora, cuando hablo y relincho, cuando escribo y garabateo, cuando no quiero ser un centauro cualquiera sino uno que cultive al ser humano —ya que Diógenes no pudo encontrarlo durante el día ni siquiera con una lámpara—. Media vida y media muerte para darme cuenta que siempre estuve en el camino correcto: el que había seguido como animal, el de la adaptación a las circunstancias.

Pero hay algo muy mío, lo verdaderamente humano: la construcción de mi santuario, donde la masa pueda educir algo de pueblo; el ruido, convertirse en música y las formas en negro y blanco devenir azules; vibraciones todas que me unan con algo sagrado y me transformen, al menos, de vez en cuando, en un centauro especial, quizás como Quirón, en cuyo santuario se escuchen sonidos profundos —como los de la gratitud, aunque siempre quedemos en deuda con quienes causan lo que somos—.

En esa estancia vivo haciendo algunas consideraciones, como la de dejar huella en una historia que también es un centauro: mitad verdad mitad mentira, medio mito y medio rito; y para no terminar trazando círculos sino espirales, moldeo poemas y encapsulo en ellos una filosofía de Ideales (que ojalá brotara en nuevos seres: los idealistas-reconstructores).

Dos revoluciones incansables: una hacia afuera y la lucha conmigo mismo... Ambas, inacabables.

Francisco Costales —un Tales nacido en Cos, un Pancho nacido en Riobamba, cosecha del sesenta y cuatro— es un jurisconsulto que prefiere consultar el Derecho más que ejercerlo siniestramente y que se ha hecho a sí mismo una psico-consulta cuya terapia son estos dos poemarios: Estancia Vital de la Penumbra y El Santuario de las Notas Azules. En ellos evidencia su vocación de maestro —como Quirón— cuya utópica labor es formar héroes que regeneren la Patria, su mundo, y sean poetas para la eternidad. Su aula es un santuario y su pedagogía, la de los sonidos azules —es decir los del alma—. Son dos poemarios en un solo libro que dicen más de lo que dicen porque detrás de fondo y forma tienen algo del siempre-nunca. Encumbran una sola razón de existir: perdurar para ser… aunque el centauro sea herido de silencio…

Centauro

Era un infante en posición de loto cuya cabeza guarecía el pequeño cuerpo:
un parasol, una rueda...
Sus rayos proyectaban una punta aguda:
la torre Eiffel, un cuerno en la frente... era una antena.
Jugaba sobre una mesa en forma de interrogación
la cual en arco transformada lanzaba saetas de duda
atadas a un cordel sin medida
retráctil sólo después de hacer blanco...
Era el sagitario del saber.

Surgió de las selvas de Pelión (hábitat de centauros)
donde había luchado con madejas de prejuicios y doctrinas.
De vez en cuando emergía el periscopio,
respiraba, volvía a sumergirse.
Llegó a tener la cintura apretada como un globo estrangulado,
como América desbordando la esfera terráquea...
estaba embarazado en el norte y en el sur,
pero se negaba a parir
por no simplificarse
por no sintetizarse.

Era un extraño centauro: mitad hombre mitad cama.
Sus cuerpos a medio hacer tejían otra obra que abortar;
con sus cuerpos a medio cubrir
pateaba una cúpula para asomarse a un vitral.
Era un psicocentauro: mitad angustia mitad esperanza.

¿Cuál la etimología de centauro?
Talvez quiera decir cien toros
en referencia a la poderosa imaginación.
Era un centauro egocéntrico:
tenía en la frente
una trompeta con sordina
vibrando hacia el cerebro.

Soy un centauro excéntrico
así relincho y hablo
así galopo y camino.
Quiero ir al fondo del enramado
a ese pequeño y claro nido donde hay un niño recién nacido
y ser como Quirón —no un centauro cualquiera—
para modelar el ojo de la Historia.
No importa entonces si un Heracles me hiere de silencio.

Tales de Cos (no el de Mileto)

I
¡Evapórame, Padre Sol!
Para que fluya, corra, me expanda, me adapte.
Talvez en nube convertido
pueda justificar mi llanto
desahogarme libre.
Porque ahora no escapo, me cohíbo, me comprimo.
Quizás entonces de la rosa aquella sea rocío.

II
Para no hacer remolinos con mis rutas
ni perder mi puesto en el mundo
probaré parecerme a los instintos:
seré inmediato como el miedo
seré directo como el hambre.
Las rectas, propias de Iluminados
también las imitan los animales.

Para que no me importen los predicados
he de saber que soy de quien se habla
no lo que de mí se diga.

Para no olvidar las palabras nuevas
he de usarlas aunque sea en gestos
forma de hablar de los circunspectos.

Para elegir entre varias opciones
he de inclinarme por la más cercana
aunque prefiera la más distante.
Para no esbozar serpentinas con mi itinerario
sino hollar los círculos trazados
haré un inocuo espionaje
encubriéndome en la secta del poeta
así no despertar sospechas de ser un animal distinto.

Ahora ocupo un lugar en el mundo
al menos hasta cuando me despoje
de las metáforas y lo impugne cual guerrero.