martes, 20 de mayo de 2008

Centauro

Era un infante en posición de loto cuya cabeza guarecía el pequeño cuerpo:
un parasol, una rueda...
Sus rayos proyectaban una punta aguda:
la torre Eiffel, un cuerno en la frente... era una antena.
Jugaba sobre una mesa en forma de interrogación
la cual en arco transformada lanzaba saetas de duda
atadas a un cordel sin medida
retráctil sólo después de hacer blanco...
Era el sagitario del saber.

Surgió de las selvas de Pelión (hábitat de centauros)
donde había luchado con madejas de prejuicios y doctrinas.
De vez en cuando emergía el periscopio,
respiraba, volvía a sumergirse.
Llegó a tener la cintura apretada como un globo estrangulado,
como América desbordando la esfera terráquea...
estaba embarazado en el norte y en el sur,
pero se negaba a parir
por no simplificarse
por no sintetizarse.

Era un extraño centauro: mitad hombre mitad cama.
Sus cuerpos a medio hacer tejían otra obra que abortar;
con sus cuerpos a medio cubrir
pateaba una cúpula para asomarse a un vitral.
Era un psicocentauro: mitad angustia mitad esperanza.

¿Cuál la etimología de centauro?
Talvez quiera decir cien toros
en referencia a la poderosa imaginación.
Era un centauro egocéntrico:
tenía en la frente
una trompeta con sordina
vibrando hacia el cerebro.

Soy un centauro excéntrico
así relincho y hablo
así galopo y camino.
Quiero ir al fondo del enramado
a ese pequeño y claro nido donde hay un niño recién nacido
y ser como Quirón —no un centauro cualquiera—
para modelar el ojo de la Historia.
No importa entonces si un Heracles me hiere de silencio.

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