viernes, 12 de junio de 2009

Penélope y Scheherazade

Penélope y Scheherazade
gatas brillantes y fugitivas
una plateada y otra carmín
combaten
contra los cortantes
trozos de papel de los mitos
aventando una madeja de cuentos
deshaciendo en la noche obrera
la pesadilla tramada en el día
ellas arañan esperanzas desvaídas:
la una del amor
la otra de la vida

Ritual

¡Qué oscuro el silencioso vacío!
La confusión es nubosa. Las manchas de Rorschach están en la humedad de las paredes y también en las nubes confusas. Ellas tienen mucho que decir acerca del todo y de sus partes.
La confusión es informe y las nubes, multiformemente variadas. La psicología y la poesía encienden las luces del cielo cuando se apagan las de la ciudad y las de la conciencia. En verdad, la oscuridad de abajo permite ver la claridad de arriba. Por eso, en la noche alumbro mis mejores versos.
Aún me pierdo en la urbe de los luceros. Si no se ven de día es porque el sol absorbe su luz así como, a la inversa, el negro digiere todo color. Necesito de la oscuridad para divisar algunas luminarias. Hay estrellas tan solas como yo, pero me identifico con su retiro porque no puedo aún con las constelaciones.

¡Qué vacío el oscuro silencio!
Demasiado abarcador el firmamento para contener millones de antorchas virtuales, son y no están o fueron y aún están. ¡Qué restringida la mente para ceñir tanta inspiración! Mientras busco una frontera en el disponible espacio, otro sentido me sujeta a la tierra. Puedo oír sapos-castañuelas acompañar a coros de perros, sopranos y graves ladridos, compases irregulares, brutales polifonías; y, desde la invertida platea azul, un auditorio de capuchas negras chispea aplausos por el concierto de la vida toda.
Los ojos huyen de la oquedad y siento la urgente necesidad de desenvainar mi batuta. De mis movimientos y pulsaciones afloran oasis poéticos en ese otro infinito, el desierto de la memoria. El momento de la inestabilidad creadora es un ritual, diverso de la rutina donde no hay misterio.

¡Qué clara la totalidad del silencio!
Amo los vacíos y me atraen los rincones. Veo en las puertas el paso a otros mundos. ¡Qué mejor si son res nullius para colmarlos con mis espectros! Los seduzco para sentirme cosmocrator, derruyendo vacuidades, sonoras y espaciales; levantando flexibilidades, al concebir nuevos ritos sobre palimpsestos de modelos arcaicos.
Es entonces cuando los sueños adquieren ciudadanía, cuando no son tratados como superfluos inmigrantes sino como hacedores de la Patria añorada, de la vida anhelada, de los poemas aún no escritos.
Amo los sigilos para evitar lugares comunes y recibir la enseñanza de lo Innombrable; para acentuar mi sordera frente a las alienaciones disparadas por los seudodueños del mundo; para enlazarme al inconsciente colectivo y anudarme al inconsciente personal; para leer la armonía de la sincronicidad y no sólo la melodía de la historia ni el monótono ritmo de lo cotidiano; para sentirme bardo es que adoro la introversión; para copar la angustia del suicida con la mayéutica de la poesía.

El silencio ya está hecho, sólo hay que usarlo.

Mitos y ritos

Panteones del mundo
mafias divinas
Arquetipos en la historia reiterados
bocetos son apenas en mi vida
Quien los mitos revive en rituales
invoca fuerzas internas y eternas
Quien renace no repite
reincide el no consciente
regenera el despierto
y el necio degenera
Mitología universal
magia infinita
al alcance de los hombres